Translate this blog

viernes, 20 de diciembre de 2013

Ensayo sobre la ceguera

No, con este título no quiero ponerme a la altura del gran escritor portugués que fue José Saramago. Simplemente quiero exponer un ejemplo de la ceguera que muestra, quizá en demasiadas ocasiones, la administración cuando de proteger el medio natural (y los ríos en particular) se trata y que va mucho más allá de la "hidromiopía" de la que hablaba hace un tiempo el amigo Ferrán.


Ayer estuve en la mesa-debate organizada por el Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón sobre las actuaciones en cauces y sus repercusiones. Mi valoración general es positiva, pues aunque no se llegara a ninguna conclusión global (las posturas de inicio eran demasiado alejadas) sí hubo algún acercamiento y además soy de los que piensan que de vez en cuando hay que escuchar a quien opina "lo contrario" que tú.

La gestión de las inundaciones del tramo medio del río Ebro (dragados, motas, etc) capitalizó gran parte del debate. Bastante más de lo que me habría gustado, sobre todo teniendo en cuenta las atrocidades que se han hecho últimamente en las cabeceras de algunos ríos pirenaicos. Pero estábamos en Zaragoza, y siendo uno de los ponentes el alcalde de un pueblo ribereño de esta zona (Novillas), se comprende este protagonismo. Se recurrió hasta la saciedad a la protección del "pan" de los agricultores de esta zona como justificación de las intervenciones. Y hubo unanimidad en cuanto a la necesidad de proteger los núcleos urbanos. Pero no se habló de las obras injustificables (al menos con estos argumentos) en cabecera.


Por eso aproveché en cuanto tuve la ocasión para llamar la atención de los ponentes sobre una fotografía que Alfredo Ollero (profesor de la UZ y presidente del CIREF) había mostrado en su presentación. Era una foto similar a la que veis encima de estas líneas. Como ella, es de Dani Mora y refleja cómo han dejado el Ésera en los Llanos del Hospital de Benasque (podéis ver más en su blog METEOBENÁS, que es altamente recomendable). Por un lado pregunté a Lorenzo Polanco (jefe del área de gestión medioambiental de la CHE) a quién o a qué protegía esa intervención DENTRO DE UN ESPACIO NATURAL PROTEGIDO (el Parque Natural Posets-Maladeta, que hace no mucho querían convertir en Parque Nacional). Por otro lado, pregunté a Oscar Fayanás (del Instituto Aragonés de Gestión Ambiental, Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente) qué opinaba el INAGA sobre que entren excavadoras a destrozar un río, de nuevo, DENTRO DE UN ESPACIO NATURAL PROTEGIDO.

La pregunta fue un alivio para el Sr. Polanco, ya que según indicó, esa intervención en concreto no es obra de la CHE, parece ser que la hicieron "los de carreteras". Pero lo que me dejó de piedra fue la respuesta del representante del INAGA. Ni corto ni perezoso indicó que era la primera noticia que tenía sobre la actuación. La mala gestión del tiempo que hizo el moderador del acto, que dio paso a las preguntas del público 3 minutos antes del cierre del lugar de celebración, impidió que ahondase en el tema. Además tenía prisa y no pude quedarme a comentar esto en petit comité, pero aprovecho este altavoz que es internet para lanzarlas al viento. ¿No hay un guarda en el parque que informara de esa atrocidad? ¿Han realizado la intervención sin autorización? ¿Actuará ahora de oficio la administración para depurar responsabilidades o tendrá que ir un particular o asociación externos a denunciar para que hagan su trabajo? ¿Se castigará a los responsables? Y la más importante ¿se restaurará el entorno destruido?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Ésera ¿vivo?

Este puente he tenido la suerte de poder escaparme a mi refugio en los Pirineos. No practico el esquí, pero sí lo hice y por eso, aunque ahora no me llame como lo solía hacer, comprendo por qué otros lo hacen. Ha sido más bien una escapada para disfrutar de la tranquilidad, de ese placer que otorga el disfrutar de la frágil calidez del sol invernal mientras se observan las cumbres nevadas.


Como he comentado alguna que otra vez siempre necesito asomarme al río si lo tengo cerca. Incluso fuera de temporada, sin caña en la mano, adoro observar el agua fluir, ver los reflejos que ésta nos regala e intentar adivinar a sus habitantes. Este último punto cobra especial relevancia en esta época, pues no es descabellado esperar encontrar a las pintonas afanadas en perpetuar su especie. Y esta vez he tenido la suerte de disfrutar ese espectáculo.


Quiero pedir disculpas por la calidad de las imágenes. Cuando caí en la cuenta de las fechas en las que estamos ya estaba allá en Benasque y había olvidado coger la cámara de fotos, así que he tenido que tomarlas con el móvil. Y eso se nota. Pero el grueso de mis lectores sois pescadores, supongo que tendréis el ojo más o menos entrenado y si encima os doy pistas no tendréis demasiadas dificultades en "adivinar" a nuestras amigas. En el centro de la fotografía superior, a la izquierda y ligeramente abajo de la roca blanca de la orilla, se aprecia una sombra alargada, vertical. Espero que me creáis cuando os digo que eran dos truchas puestas frezando. La segunda foto servirá para convencer a algún incrédulo. La sombra vertical se ha reducido y ha aparecido una casi horizontal a su izquierda. Pues bien, la que quedó en su sitio era la hembra preparando el nido, mientras que la horizontal era el macho en una de sus cortas ausencias del nido para espantar a otros machos rivales.

Ciertamente esto es un espectáculo digno de ver por cualquier persona, sea pescador o no. Por ejemplo yo iba acompañado de Laura y según me dice le encantó poder ser testigo del mismo. Además, no sólo pudimos ver a esta pareja, eran numerosas las descubrimos desde nuestro observatorio. Ni que decir tiene que la actividad entre la freza propiamente dicha y las escaramuzas entre machos era incesante. Da gusto ver al río así de vivo y trabajando por su futuro.


Por eso la rabia es mayor cuando uno ve, con un simple giro de cuello, una excavadora aparcada en la misma orilla del cauce. Visto en qué han convertido al mismo río a escasos kilómetros de allí uno teme lo peor para el futuro de esas truchas que ahora frezan y de los huevos que tanto esfuerzo les ha costado poner. Y el destrozo morfológico no es la peor agresión que sufre este río. Es una lástima que todavía no se pueda transmitir el olor por internet, porque no tengo palabras para describir el hedor que las aguas exhalan en el punto desde el que tomé esta última fotografía.



No hay que ser demasiado observador para encontrar el origen de ese olor y del color del agua allí. Unos metros aguas abajo de la Villa de Benasque el Ésera recibe un importante aporte de aguas fecales. Luego a muchos políticos se les llenará la boca con el término "desarrollo sostenible", pero aquí la sostenibilidad se la han olvidado.

El esquí supone una gran oportunidad de desarrollo para las zonas de montaña, pero hay mucho trabajo por hacer para que este desarrollo sea realmente sostenible. Las pistas de esquí son grandes superficies con escasa vegetación que frene la erosión, con lo que el aporte de sedimentos a los ríos es mayor. Para asegurar la disponibilidad de agua para innivar con cañones se hace necesaria la construcción de pequeños embalses que no ayudan demasiado a los cursos fluviales. Tampoco lo hace la contaminación por sal que se lleva a cabo para garantizar el acceso de los esquiadores a las estaciones. Esquiadores que multiplican la población de los nucleos urbanos colapsando, en el caso de que existan, las depuradoras. Muchos de ellos compran una segunda vivienda en los valles, contribuyendo a la presión urbanística hacia la llanura de inundación, que lleva a que los cauces se vean reducidos a canales constreñidos entre muros para proteger estas edificaciones del río. Muros otras labores de contención extremadamente caras y que los testarudos ríos se han encargado una y mil veces en demostrar inútiles.

Deseo que la gente siga disfrutando de la nieve, y que este disfrute redunde en un progreso económico para los habitantes de las montañas, pero creo que es necesario que esta actividad se lleve acabo de una manera mucho más responsable, reduciendo al máximo los impactos generados y aplicando las medidas correctoras necesarias. Sólo así podremos seguir disfrutando de todo lo que la naturaleza nos da. Incluidos unos ríos vivos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Dolores

Los peces sienten dolor y estrés cuando son pescados. Está científicamente probado, y soy completamente consciente de ello, como demuestra la reflexión de mi última entrada, cuando intenté ponerme en la piel de los barbos que pesco. Pero al mismo tiempo soy un practicante convencido del captura y suelta. Incluso he creado una campaña para pedir que no se modifique la normativa de pesca permitiéndose sacrificar las truchas de algunos ibones del PN Posets-Maladeta.

La pesca es un veneno que recorre mis venas. Una adicción por acercarme a la naturaleza, a una masa de agua y, una vez allí, localizar los peces, acecharlos y presentarles un engaño para poder pescarlos. Muchos, sobre todos los no-pescadores que lean esto, pensarán que esto es un ejercicio de sadismo. Pero yo no busco el sufrimiento del pez, todo lo contrario. Es un efecto secundario que intento minimizar todo lo posible (evitarlo es imposible) acortando la pelea con el pez, usando anzuelos sin muerte que causan menos lesiones y manipulando lo mínimo al pez. Sé que alguno habrá que no sobreviva al trance. Quizá no en el momento, sino un día, una semana, un mes después, las secuelas de nuestro encuentro podrán con ellos. Pero sinceramente estoy convencido que son los menos, seguramente ejemplares que ya tendrían algún tipo de debilidad previa, y la mayoría se recuperan satisfactoriamente. Incluso he llegado a pescar al mismo ejemplar en dos jornadas distintas.

Los movimientos por el bienestar animal no encuentran demasiadas diferencias entre nuestra actividad, la pesca (a mosca) "sin muerte", y otras como la tauromaquia y las peleas de gallos. Por eso quizá esta modalidad de pesca está prohibida en algunos países, como Alemania y Suiza. Allí sólo justifican el dolor del pez si éste tiene lugar para su posterior consumo y por ello obligan al sacrificio de todo pez pescado. A mí, como pescador conservacionista esto me parece una aberración. Primero por reducir a la pesca a una simple forma de conseguir alimento. Y segundo por el impacto que esta medida puede tener sobre las poblaciones de peces (y creo que se ha demostrado que el captura y suelta es la mejor modalidad de gestión para su conservación)

Muchas veces el dolor del pez me provoca remordimientos, pero estos se ven mitigados por la esperanza de que el pez que veo alejarse de mí tiene bastantes posibilidades de sobrevivir y reproducirse, perpetuando su especie. Desde luego esos remordimientos no son comparables a los que sentía cuando una trucha dejaba de retorcerse en mi mano, cuando la veía después dentro de la cesta o, finalmente, en la encimera de la cocina. Y si hablamos de dolor, os diré que siento una punzada en el alma cada vez que veo un río cortocircuitado y desangrado por infinidad de azudes y canales, envenenado por la polución o esquilmado por ciertas modalidades de pesca.

Si los remordimientos que me produce la pesca los combato liberando a los peces y dándoles un trato lo más respetuoso posible, los que me provoca el ser miembro de esta sociedad que mata a sus ríos los intento minimizar reduciendo mis propias agresiones hacia ellos y aportando mi granito de arena en una asociación que trabaja para que otras agresiones sean castigadas y dejen de producirse: AEMS - Ríos con Vida

- ¿Sienten dolor los peces? L. Cardona Pascual, blog de Investigación y Ciencia
- El grito del pez Jacques, blog A pelo y pluma .
- El dolor de los peces y Efectos del ejercicio de la pesca en el bienestar del pez J.L. Pérez Bote. Revista AEMS - Ríos con Vida 86 (p. 15-16) y 87 (p. 13-15), descargables en la página de la asociación http://riosconvida.es/

domingo, 3 de noviembre de 2013

Desde el otro lado

El río está precioso en esta época. Los gigantes que custodian sus límites cambian su librea: donde antes reinaba el verde ahora vienen los naranjas, amarillos y rojos. Después de engalanarse entregan sus vestimentas al río y a la tierra, en ofrenda de agradecimiento por el agua y los nutrientes que les dan la vida. Cada día el sol se alza menos tiempo, y menos alto, sobre el horizonte. No hace tanto de la época en la que se erguía vertical sobre nuestras cabezas, pero ahora queda siempre a nuestra espalda y apenas roza el agua, que cada vez resulta más y más fría. Pronto llegará el momento en que el agua heladora atenazará nuestros músculos y tendremos que retirarnos al fondo, a las aguas lentas y oscuras. La época de penumbra supone todo un reto para la supervivencia e impone un duro peaje a nuestra población. Varias lunas pasarán sobre el río antes de que podamos movernos y alimentarnos con normalidad, por lo que sólo los más aptos, los que mayor acopio de energía hagan durante este otoño, podrán ver la próxima primavera. Pero hoy la luz parece haber ganado una batalla en su guerra contra la oscuridad. Ha vuelto con fuerzas, y en zonas de aguas bajas y poca corriente notamos en nuestras escamas las caricias de sus rayos. Por eso en días como éste me gusta buscar la comida que me da la vida en el lodo y bajo las piedras a la salida de las grandes tablas. Y, aunque la mayoría del sustento venga del fondo, no se debe perder de vista lo que trae la corriente, en cualquier momento puedes descubrir un apetitoso bocado acercándose hacia ti.


Tras ver de reojo pasar un par de cosas negras que parecían comida, he dejado de hozar el fondo un momento para prestar atención por si acaso venían más detrás. Un instante después ha llegado una tercera pero, aunque lo he intentado, no he llegado a cogerla. Enseguida ha vuelto a pasar otra y esta vez sí he conseguido atraparla. Pero, ¡no era comida! Justo en el momento en que iba a reaccionar escupiendo aquella asquerosidad he notado un pinchazo agudo y, como si estuviera unida a un hilo invisible, un tirón hacia atrás.

Asustado, he empezado a nadar río arriba, en el sentido contrario a esa tracción invisible. Al mismo tiempo he intentado deshacerme del bocado, que se ha quedado clavado en mi labio, pero por más que lo he intentado no he podido. Poco a poco las fuerzas me iban abandonando, luchar contra aquella fuerza me causaba una gran fatiga. Al final, ya rendido, me he dejado llevar por ella y entonces lo he visto. Era uno de esos pescadores ¡qué horror! Y qué patético. Después de haber conseguido huir de martines pescadores, garzas, cormoranes y otros muchos depredadores. Tras sobrevivir a algunas fuertes riadas, como aquella que hace ahora más o menos un año cambió profundamente la fisionomía del río, y conseguir superar la inanición y el frío de varios inviernos, mi vida iba a acabar por comer. Vaya ironía morir por algo que se supone te salva la vida. Lleno de rabia e indignación he emprendido una nueva huida, pero poco después la fatiga me ha obligado a rendirme de nuevo. Mecido por la suave corriente me acercaba inexorablemente al pescador; los movimientos de mis aletas eran ya inútiles para enfrentarme a mi destino. Finalmente una malla ha rodeado mi cuerpo inmovilizándome y después las manos de mi captor me han sacado de ella alzándome fuera del agua. Un agua que ya no volvería a sentir pasando por mis agallas.


Pero está claro que todavía no era mi hora, si no no estaría ahora contándoos esta historia. Tras acercarme a una especie de aparato sostenido por tres patas el pescador ha vuelto a introducirme en el agua y ha extraído el punzante engaño de mi labio. Entonces, aprovechando la escasa presión que sus manos ejercían sobre mi fatigado cuerpo, he conseguido recuperar mi libertad mediante un rápido movimiento. Si no se tratara de un pescador, pensaría que estaba deseando devolverme al río. Sea como fuere, una vez recuperado del agónico trance he vuelto a mi labor preparatoria de cara al invierno. Seguiré comiendo, aunque con mayor cuidado que antes, para intentar llegar a ver la próxima primavera.

jueves, 31 de octubre de 2013

Por ellas...

... por las truchas que viven en los ibones de Sen, de Bagüeña, Grande de Batisielles y el Embalse de Llauset. Esas a las que pretenden poner en la picota permitiendo cesando el régimen de captura y suelta en las aguas en las que viven, a pesar de estar dentro de un Parque Natural.



Después del puñetazo en la mesa propio de la primera reacción al recibir estas noticias (me refiero a esta entrada mía del otro día), y alentado por vuestros comentarios en este blog, me he decidido a lanzar una recogida de firmas para pedirle al Sr. Consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Aragón que no permita este cambio. Porque el mejor sitio donde pueden estar esas truchas es en esos ibones.

Si pensáis igual que yo y queréis poner vuestro grano de arena para intentar concienciar el consejero y salvar esas truchas, podéis firmar AQUÍ

Mi agradecimiento de antemano, seguro que las truchas os lo agradecerán también. Un saludo

martes, 29 de octubre de 2013

Sombras

Cuando Alfonso me lo dijo no lo podía creer. ¿Cómo iban a permitir matar truchas en las aguas de unos ibones incluidos en un Parque Natural? Con más razón teniendo en cuenta que se pretendía cambiar la figura de protección a la de Parque Nacional. Al final me lo creí, más que nada por venir tan malas noticias de quien venían. Eso sí, aún quedaba la esperanza de que alguien pusiera un poco de cordura y el Departamento de Agricultura, Ganadería y Medioambiente desestimaría la propuesta de la Federación Aragonesa de Pesca y Casting. Pero no, se ve que no fue así.


Hoy se ha publicado el borrador del Plan General de Pesca de Aragón para el año 2014 y lo deja bien claro. El artículo 6 establece medida mínima (25 cm) para las truchas pescadas en los ibones de Sen, Bagüeña, Grande de Batisielles y embalse de Llauset. Hasta este año, y desde hace varios, venían siendo de captura y suelta. El de Bagüeña además, hasta hace 2012, vanía siendo vedado a causa de las atrocidades cometidas por ciertos furtivos del lugar. Ahora son esos furtivos, a través de su sociedad de pescadores y ésta a través de la Federación, los que han decidido, con el beneplácito del Gobierno de Aragón, que se puedan matar truchas en estos lugares. Un gran paso atrás que hace cernirse una alargada sombra sobre estos preciosos rincones del Pirineo y sobre sus truchas.


Pero no es el único paso atrás. El el plan general del 2012 ya se dio un paso atrás en lo que a la conservación del barbo se refiere. Y es que mientras en 2011 se declaró la obligatoriedad de devolver con vida todos los ejemplares de barbo de Graells y de barbo culiroyo, en 2012 y de nuevo a propuesta de la federación, se pasó a permitir el sacrificio de 3 ejemplares de barbo de Graells por pescador y día en determinados tramos de la provincia de Huesca en los que se supone que convive con la trucha. Como supondréis ésto no cambió para este año ni parece que vaya a cambiar para el que viene. Será porque piensan que la mayor agresión hacia las truchas las cometen los barbos. En fin, como decía mi abuela, vivir para ver.

sábado, 26 de octubre de 2013

Extranjero

Hace unos días guardaste el hábito de pescador para calzarte el de investigador. Tus pasos te llevan a Tübingen, en el sur de Alemania, a comprobar que las observaciones hechas por otros antes que tú coinciden realmente con las tuyas. Sólo vas a estar aquí dos semanas, una ya la has gastado y hoy es el único sábado durante tu estancia, así que decides hacer algo de turismo, ver la ciudad más allá de las paredes que albergan su antiquísima Universidad.


El pescador que llevas dentro, imposible sería haberlo dejado en casa, te guía ladera abajo hacia el río, que aquí llaman Neckar. Es curioso, lo haces de manera casi instintiva, subconsciente, quizá sea porque él, el pescador, sabe que allá abajo, donde discurre el agua, tu alma encuentra la quietud que le falta entre edificios y coches. Al llegar descubres una gran isla que divide el cauce en dos, aprovechada como una preciosa alameda que luce con esplendor los colores propios de esta época del año.


Piensas en tu casa, en cómo al gran padre Ebro le niegan el derecho a regalar a las gentes estos pequeños paraísos. El empeño de quienes deberían cuidarlo es en realidad otro, domarlo, exclavizarlo. Por eso, con una periodicidad casi exacta, cada año las excavadoras entran a destrozarle las entrañas, a destruir cualquier suerte de Ínsula Barataria.


Paseando por las orillas, buscando de nuevo la paz perdida por estas grises preocupaciones, encuentras un sauce majestuoso con las raíces hundidas en el agua del Neckar y que, en gimnástica posición, parece pretender tocar sus pies con las puntas de las ramas que apenas llegan a rozar la superficie del río. Entonces recuerdas alguno de los preciosos relatos del G. gloton, aquellos en los que narra cómo logró engañar a aquel montruo en la sombra del sauce.


De repente una silueta te trae de vuelta de tu abstracción, justo cuando empezabas a preguntarte si en esas aguas, quizá debajo de esas ramas, también habitan pintonas que le hagan compañía a los patos, pollas de agua y cisnes. Primero te quedas mirando cómo hace danzar la linea sobre el agua para alejar de sí el señuelo, imaginando que eres tu mismo el que está ejecutando el lance. Después, aprovechando su migración entre dos posturas, te decides a preguntarle qué peces son las que pueblan esas oscuras aguas. Te cuenta que allí nadan truchas, tímalos y algún lucio. No sabes bien si él es de aquí o quizá viene de lejos. Tampoco se lo has preguntado, quizá porque siempre te pareció perversa esa necesidad que tienen algunos por crear fronteras y clasificar, en ocasiones incluso discriminar, a la gente según a qué lado de éstas haya venido a nacer. Lo que sí estás seguro es de que no nació al sur de los Pirineos. Y lo sabes porque cuando le comentas que tú sueles pescar truchas y barbos le brillan los ojos y su mirada muestra cierto matiz de envidia, quizá nacida del recuerdo de algún reportaje leído en quién sabe qué revista extranjera. Lo más seguro alguien de tu tierra, aunque afortunadamente esto esté cambiando cada día más, hubiera sido una mirada de condescendencia pensando en que aquellos son peces indignos.

Al fin te despides deseándole suerte y te encaminas, por fin, a la parte alta de la ciudad. Allí se encuentran las atracciones turísticas: casas pintorescas de aspecto medieval, iglesias góticas y castillos. Pero antes el pescador vuelve a aflorar desde lo más profundo de tu ser y vuelve su mirada hacia el río mientras cruzas en puente. Entonces, en una zona donde el lecho se acerca más a la superficie, reconoces la sobra de un pez que te recuerda a un barbo. Y entonces piensas que tal vez no sea éste un mal lugar para vivir. Para investigar. Para pescar.

domingo, 13 de octubre de 2013

Basurtica

Hace un tiempo os conté cómo fui testigo de una eclosión de Ephoron virgo comprobando así que la "mariposicas" de las que habla Basurto en su "tratadico" existen en realidad.


Viendo el carácter masivo de estas eclosiones me decidí a montar una imitación de esta mosca, aunque más que el usarla como señuelo, lo que me llevó a hacerlo fué el afán de hacer un pequeño homenaje en el torno a Basurto. Eso sí, en verano llevaré algunas de ellas en la caja "por si las moscas".

Anzuelo: TMC 100 o similar #14
Hilo de montaje: crema
Cuerpo: tira de foam color crema
Cercos: pelo de ternera blanco
Collar: plima de cuello de gallo blanco
Alas: rafia natural

 Atamos un mechón de pelo de ternera en una aguja para imitar los cercos

 Pinchamos y fijamos la tira de foam con la que construiremos el cuerpo extendido de la efémera

 Formamos el cuerpo imitando la segmentación atando la tira a la aguja

 Para fijar el cuerpo extendido al anzuelo lo clavo en el mismo y refuerzo atándolo

 A continuación atamos la pluma de gallo con la que imitaremos las patas

 Fijamos una tira de rafia con la que imitamos las alas blancuzcas de la mosca y atamos la mitad inferior de la tira de foam por delante de ésta

Enrollamos la pluma sobre esta tira de foam, abatimos la tira superior sobre el collar, separando las dos mitades de la tira de rafia y cortamos ésta a la medida de las alas. Y así tendremos terminada nuestra imitación

Como he dicho, no sé si llegaré a atar esta imitación en mi bajo, pero ha sido un bonito ejercicio de montaje en el que he intentado imitar de una manera realista a esta mosca que protagoniza los atardeceres de unos cuantos días de agosto. Vosotros juzgaréis si lo he conseguido, y con un poco de suerte algún barbo dará también su veredicto en el futuro.

lunes, 7 de octubre de 2013

Oktoberfest

Las todavía agradables temperaturas junto con las lluvias de los últimos días han propiciado que la jornada de hoy fuera un auténtico festival. Hace un par de días vi la primera hormiga de ala y después de ellas han venido decenas, o quizá más. Por eso no he tenido ninguna duda a la hora de elegir la imitación que atar en mi terminal. Una alaíca sería hoy mi aliada a la hora de tentar a los peces. O quizá debería decir barbos, porque ellos han capitalizado la jornada.


No es que les haga ascos a las carpas, todo lo contrario. Pero es que los bigotudos estaban realmente mosqueros, patrullando las orillas en busca de lo que pudiera caer. Además ellas no estaban por la labor de comer en superficie. Aquellas que estaban en el fondo hozando hacían caso omiso a la presentación reiterada de mi mosca sobre su cabeza, y las que hociqueaban en superficie eran incapaces de acertar a picar en condiciones. ¡Qué desesperante puede llegar a ser intentar capturar una carpa a seca!


Algunos barbos subían inmediatamente a por la hormiga, pero a otros he tenido que animarlos dándole vida con un ligero dragado. Y cuando soplaba algo más de viento se hacía necesario posar bruscamente para que se enteraran. Al final,  a pesar de que he sufrido un par de roturas de terminal y he tenido numerosos rechaces en el último instante, he podido disfrutar de una maravillosa jornada con numerosas capturas.


También he podido capturar una carpa. Ésta me había pillado con una cangrebou atada al bajo y no ha podido resistirse a su movimiento. Sin duda ha sido la guinda que faltaba en el pastel para cerrar esta jornada redonda.


Visto lo visto he ido a elegir el día menos adecuado para olvidarme la sacadera en casa. Diré en mi descargo que he acortado todo lo posible la pelea con los peces y prometo no volver a dejármela. Yo llevo el brazo destrozado, espero que ellos no se hayan cansado demasiado, se hayan recuperado correctamente y volver a verlos de nuevo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Oportunidades

Por fin volví al embalse donde me confirmé como pescador a mosca de ciprínidos. Estuve allí hace unos meses, pero entonces no encontré las maravillosas aguas turquesa bañando unas orillas bien pobladas de peces que guardaba en mi recuerdo. No, entonces el agua totalmente tomada me privaba de cualquier opción de captura. Pero esta vez fue diferente, más parecido al paraíso de mi recuerdo, aunque el fuerte cierzo dejaba claro que no iba a tenerlo demasiado fácil.


El primer pez reseñable, uno de esos grandes barbos que nadan en estas aguas y que justifican el madrugón y el viaje, se hizo de rogar. A esas alturas alguna carpa ya había pasado por mi sacadera. Estaba a poca profundidad, inspeccionando el fondo aunque sin quitar ojo de lo que rondaba por la superficie, así que decidí plantarle una mosca seca. La elegida fue un Hopper Juan en los tonos y tamaño de los saltamontes que pueblan las orillas, seguro que más de uno cayó al agua durante el día. Él sintió la caída, se acercó, lo miró, pero en el último momento decidió no tomarlo. Aunque no estaba todo perdido, ya que siguió a lo suyo, dándome otra oportunidad. Para aprovecharla, bastaba con atar otra mosca al terminal y volver a probar suerte. Pero me pudo la pereza y la ansiedad: le presenté otra vez el hopper y provoqué, esta vez sí, su huída hacia las profundidades.


Más tarde, cuando el viento decidió dar una pequeña tregua, tuve la suerte de encontrarme en el lugar adecuado. Barbos y carpas patrullaban la superficie boqueando aquí y allá la comida que encontraban a cierta distancia de la orilla. Una distancia demasiado grande para alcanzarlos dada la pendiente de las orillas en ese punto y mi -cada vez más patente- limitada capacidad de lanzado. Pero de vez en cuando uno de aquellos peces se ponía por fin a tiro, y esas oportunidades no hay que dejarlas pasar. En esta ocasión até una mosca más discreta, una pequeña "alaíca" de foam y me dediqué a posarla en la trayectoria de los peces. Dio resultado, aunque también hubo rechaces e incluso alguna rotura de terminal, pero tuve la oportunidad de capturar varios peces casi sin moverme del sitio.


Pero la oportunidad de la jornada la tuve estando a bastante altura respecto al agua salvando un importante cortado que hunde sus raíces en el agua. Bajo mis pies pude ver otro de esos leviatanes de este embalse en la misma actitud que el primero que encontré por la mañana. Posé en sus proximidades una imitación de avispa y, esta vez sí, tuve la oportunidad de clavar. Sólo eso, porque acto seguido se lanzó al cortado sin darme tiempo de reaccionar para frenarlo consiguiendo así liberarse. Quizá no tenga la oportunidad de volver a cruzarme con aquel ejemplar, pero ojalá me equivoque ¡qué potencia desplegó en un momento!


Ya de vuelta al coche un par de carpas que hozaban algo más profundas decidieron abalanzarse a por la cangrebou al ver sus pinzas ondear tras un leve tirón que la introdujo en el plato de su merienda. Después sólo quedaba conducir de vuelta a casa disfrutando de los preciosos colores del atardecer y fantaseando con la próxima ocasión en la que tendría la oportunidad de enfrentarme a un Sir Arthur para intentar ganarle la batalla.

Saludos y buena pesca

viernes, 6 de septiembre de 2013

Tricóptero de secano

¡Qué lejos parecen ya las vacaciones!, y eso que hace menos de una semana que acabaron. Por lo menos pude despedirme de ellas con una salida al río y tocando escama. Hoy voy a compartir con vosotros un recuerdo de este verano.

Bajando del reino de los anfibios, mientras miraba el suelo para asegurar bien mis pasos al pasar por un canchal algo llamó poderosamente mi atención. Aquello que se movía entre las piedras parecía ¡un tricóptero! Comprenderéis mi asombro al ver las fotos, pues se aprecia perfectamente que no son subacuáticas (también hay que añadir mi ignorancia casi total en entomología salvando lo básico que puede manejar cualquier mosquero)




Al llegar a casa, cuando quise satisfacer mi curiosidad sobre qué tipo de insecto era ese, no sabía ni dónde empezar a buscar. Menos mal que recordé al profesor que impartía la Zoología en primero cuando estudié la carrera. Es entomologo y por supuesto recordaba su nombre porque es sin duda uno de esos profesores que se hacen recordar por su gran valía como docentes. Así que decidí enviarle un e-mail con unas fotillos para que me echara una mano. Menos mal que han acabado las vacaciones, porque se ve que mi querido profesor, con muy buen criterio, desconecta totalmente durante las suyas. Pero por fin al principio de semana recibí su respuesta.

Se trata de un psíquido (Psychidae, Lepidoptera), una pequeña mariposa de alas frágiles. He investigado en internet y he descubierto que estos "tricópteros de secano" son bastante peculiares dentro de las mariposas. Os dejo que lo descubráis por vosotros mismos si os pica la curiosidad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Interferencias

Ayer volví al río en busca de mis queridos bigotudos. Me encantó verlo así, con el cauce rodeado de gravas en las que de vez en cuando asomaba un tronco. Algo más allá de las gravas estaban los álamos con los pies cubiertos de tamarices, sargas y otros arbustos. Precisamente como deben ser los ríos. El único punto negativo fue el escaso caudal, por la época en la que estamos pero desgraciadamente, también por la regulación a la que se ve sometido. Y como consecuencia, una gran proliferación de algas cubriendo la práctica totalidad de los cantos del fondo.


Los peces estaban sumamente difíciles. Para empezar, con agua tan clara y tranquila los peces eran capaces de detectar mi presencia a una distancia bastante considerable (nota mental: tengo que aprender a lanzar más lejos y bien). Cuando conseguía colocar una mosca al alcance de la vista de un pez que todavía no sabía que yo estaba allí la reacción al verla, en la mayoría de las ocasiones, era salir huyendo. Quizá el culpable de ello fuera el grosor del bajo pero no quise atar nada por debajo de un 4x porque en ese caso se podía complicar la captura. Con las escasas carpas que me encontré ocurrió exactamente lo mismo, una huída seguía siempre a la presentación de la ninfa. Y cuando parecía que todo iba a salir bien gran cantidad de madrillas salidas de dios sabe dónde se abalanzaban sobre la mosca, alertando a los barbos de que aquello no era comestible. A veces no pude controlar el instinto y clavé varias de ellas al ver la picada.


Ante la continua intromisión de las madrillas lo fácil habría sido alegrar el día a base de capturas de éstas, ya que había algunas de tamaño más que aceptable. Una de ellas, que superaba ampliamente el palmo de longitud, no quiso posar para la foto y se escapó justo antes de presionar el disparador de la cámara. Aunque seguro que así habría disfrutado, lo que un pescador necesita es superar el reto que le imponen los peces. Sobretodo si quiere crecer como pescador. Por eso me empeñé en capturar al menos uno de esos esquivos barbos.

Fue entonces cuando reparé en las numerosas egagrópilas que había ido viendo a lo largo de la mañana entre las gravas de la orilla. La gran mayoría de ellas compuestas casi en su totalidad por fragmentos de caparazón de cangrejo. Y pensé que si la naturaleza me daba esa pista tenía que aprovecharla, así que até la cangrebou al bajo.


Poco después encontré un barbo que, por estar en una corriente, no me detectó tan rápidamente y no parecía rodeado de madrillas. Este barbo sí que sucumbió a la imitación de cangrejo y me concedió una preciosa batalla tras la que se dejó fotografiar.


Al final volví a casa habiendo capturado un solo barbo, pero profundamente feliz por ver al río con ese buen aspecto y haber visto una población de barbos tan sana, con miembros de todos los tamaños. Si nada se tuerce seguro que allí hay barbos para unos años.

Saludos y buena pesca

martes, 27 de agosto de 2013

La mariposica de Basurto

Cuando hace unas semanas el compañero Ferrán escribió su repaso a la Historia de la pesca con mosca (Pesca a mosca, moda ¿esnob? parte I y parte II) se despertó en mí la curiosidad por la obra "Diálogo del cazador y del pescador" escrita en 1539 por Fernando Basurto. Una primera exploración por la red me llevó a encontrar algunos enlaces a transcripciones de una parte de la obra, el "tratadico de pesca". A pesar de que esta entrada está motivada por el contenido de este tratadico puede que os interese saber que en la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza disponen de algunos ejemplares de la edición anotada, con introducción, de Alberto del Río Nogueras (ISBN 84-86856-29-9). Y si esto os interesa, seguramente os gustará saber que he digitalizado en pdf la obra y me he decidido a compartirla (pinchad en la imagen). Advierto de antemano que comparto esta obra sin ningún tipo de interés económico, sólo divulgativo, y tras cerciorarme de que la obra está descatalogada. Recuerdo además que este blog está bajo una licencia de Creative Commons. Si los titulares del copyright ven problema en este hecho, les ruego me lo comuniquen y retiraré de inmediato el enlace y borraré el archivo de la red.

Portada de la edición de 1539 del Diálogo del cazador y del pescador

Tras esta introducción os diré que, además de los pasajes destacados por Ferrán sobre el montaje de moscas artificiales y la alusión al uso de las alaicas (hormigas aladas) como cebo para la pesca, lo que más me llamó la atención fue la mariposica a la que Basurto hace referencia en los capítulos tercero y cuarto de su tratadico (no los transcribo aquí para no alargar demasiado la entrada, pero los encontraréis en las páginas 68-70 del libro)

Cuando lo leí pensé que sería algún tipo de leyenda, ya que nunca había oído, leído ni visto nada acerca de esta fabulosa criatura. Hasta el otro día. Porque dando un paseo con los amigos junto a la orilla del Ebro en Zaragoza las vi. Cientos de efémeras blancas revoloteaban alrededor de las farolas y otras tantas agonizaban o yacían muertas cubriendo el suelo a los pies de las mismas. Esta atracción fatal por la luz encaja con el método citado por Basurto para capturar las "avezicas" para usarlas como cebo: "...llevando consigo lumbre y candela, la encendió y puso en un candelero sobre una capa negra tendida junto al agua. Y escondido en el seno de la escuridad, vido cómo las avezicas salían del río y venían desbalidas a la lumbre y se metían tan sin miedo en ella que de quemadas las alas, o a rebueltas unas con otras a los quatro cuernos que tienen, cahían en la capa negra los montones dellas, que en menos de media hora estava cubierta dellas y tan blanca como la nieve." Otro aspecto que encaja con la descripción de Basurto es el color amarillento del cuerpo "Los cuerpos solos de las mariposicas, que son amarillos..." Ese color viene dado por los huevos, que se observan muchas veces ya fuera del abdomen. Lo único que no concuerda es la mención de "quatro cornecicos". No sé a que se referirá, porque estos insectos presentan 2 ó 3 cercos.

Aspecto del suelo bajo una farola. Por no disponer de medios cuando me encontré con ellas, he tenido que coger la foto de El nido del Jilguero

Sabiendo que las mariposicas de Basurto existen de verdad, mi curiosidad necesitaba saber qué especie es ésta que según éste es tan apreciada por mis queridos barbos. Fruto de mis pesquisas acoté las posibilidades a dos especies: Oligoneuriella rhenana o Ephoron virgo. Entre ambas, conocidas por franceses como manne blanche (maná blanco), me inclino por la segunda. O. rhenana presenta tonalidades más verdosas y en el libro Identification Guide of Freshwater Macroinvertebrates of Spain (ISBN 978-94-007-1554-7) aparece una mención explícita a la biología de esta especie que encaja con lo que vi: "durante el vuelo nupcial, los adultos forman enjambres que puden observarse sobre las orillas de los ríos cerca de la luz de farolas y puentes"

Por desgracia he leído que estas mariposicas están en regresión por culpa de la contaminación lumínica. La atracción por la luz les permite detectar la superfice de masas de agua donde realizar la puesta, pero cuando la fuente de luz no es el reflejo de la luna en el agua sino una farola, son muy numerosas las puestas que se pierden sin razón. Desgraciadamente tampoco los barbos, peces a los que según Basurto las mariposicas "vienen a dar mantenimiento", gozan de su mejor momento en el Ebro. No por culpa de las farolas, ni de la menor abundancia del "maná blanco", sino por la competencia y la depredación de especies alóctonas. Pero ésa es otra historia...

Saludos y buena pesca

miércoles, 21 de agosto de 2013

Captura y suelta extrema

¿Hay algo más extremo en la captura y suelta que utilizar un anzuelo sin punta? Porque eso fue lo que me encontré al revisar la mosca después de la primera picada de mi última escapada pirenaica. Una picada seguida de un par de volteretas aéreas y la huida de la trucha. Acto seguido enmendé mi error, como es natural, y por ello sí que pude tocar las escamas de la segunda trucha que aceptó tomar el engaño.


En esta ocasión se hizo buena la máxima de que "al que madruga, dios le ayuda" con dos picadas (lástima la incomprensible falta de punta en el anzuelo de la primera) antes de amanecer. De esta manera, antes de salir el sol ya había compensado el madrugón.

Para capturar la segunda trucha de la jornada necesité al sol como mi aliada. La pintona quedaba fuera de mi vista tras un recodo en una orilla poco profunda, pero su sombra proyectada en el fondo me permitió localizarla y adivinar su progresión en mi dirección. Lancé cerca del saliente y pude ver su sombra dirigirse hacia la mosca inmediatamente después de la posada. Tras unos instantes de espera que se hicieron eternos su cuerpo apareció tras el obstáculo y poco después la mosca estaba ya en su boca. Preciosa trucha a la que la fotografía no hace justicia, pero ya sabréis que no conviene revisar las tomas si queremos causar el mínimo daño al animal y que su recuperación sea rápida.


Poco después tuve la ocasión de ir más allá en lo que a la captura y suelta se refiere. Llegado al punto de la orilla en que un paredón vertical de roca se introduce en el agua e impide la progresión por la misma vi a una trucha asomar tras el último saliente para justo después volverse hacia sus dominios junto al acantilado. Esa trucha era la más grande que he visto nunca en este ibón, y si se ha hecho tan grande es sin duda debido al lugar que ha elegido como cazadero. Allí es difícil que un pescador llegue a presentarle el engaño y si esto sucede y sucumbe a él, la pared será sin duda un buen perdedero donde zafarse del sedal que le priva de libertad. Bien, pues como en los lagos las truchas suelen repetir una y otra vez los mismos circuitos de una manera cíclica, sólo quedaba esperar a que volviera. Eso sí, para evitar proyectar ninguna sombra en el agua y así el ser detectado tuve que hacerlo completamente pegado a la roca. De esta manera la volví a ver doblando el saliente y volviendo sobre sus pasos. En la siguiente pasada mi mosca le esperaba allí. Fue un lance precioso, pero el final no fue el que yo esperaba porque, después de tanta espera, no supe darle tiempo a que cerrara la boca antes de levantar la caña. Mi movimiento delató mi posición y lo último que vi fue a esa majestuosa trucha emprendiendo huida hacia las profundidades.

Con la última trucha decidí que era hora grabar mi primer vídeo subacuático, intentando capturar la magia de ese instante en el que el pez recupera su libertad después de brindarnos unos momentos preciosos. Espero que os guste.


Saludos y buena pesca

sábado, 17 de agosto de 2013

Mundo anfibio

En mi última entrada os contaba cómo los piscardos han acabado con uno de mis paraísos (cuando de pescar truchas se trata) Soy consciente de que ésta es una visión totalmente sesgada u subjetiva. Porque en ese ibón tan alienígenas son los piscardos como las truchas. Si los piscardos han acabado (al menos eso parece) con las truchas, éstas acabaron con numerosas especies autóctonas cuando fueron introducidas en estos ambientes.


Unos días después de visitar el "paraíso perdido" mi afán exploratorio me llevó al ibón que podéis ver en la imagen superior. Salta a la vista que la belleza del enclave bien valía el esfuerzo que lleva subir hasta aquí. Eso sí, desgraciadamente ni una sola trucha movía sus aletas en estas aguas. Desgraciadamente para mí, que subí con la intención de pescar alguna de ellas, pero afortunadamente para la fauna autóctona. Y es que el ibón hervía de vida, de vida anfibia. Los tritones pirenaicos (Calotriton asper) eran los reyes de este lago donde tambíén se podían ver pequeñas ranas bermejas (Rana temporaria) y unos grandes renacuajos negros que no he podido clasificar (se agradece cualquier aportación)




Ésta es la fauna natural de los humedales elevados del Pirineo. Una fauna en peligro por muchos factores, uno de ellos la introducción de la trucha en su hábitat. Por eso, aunque no pescase, esta vez volví a casa contento de no haber visto ni un solo pez.

Saludos y buena pesca

martes, 13 de agosto de 2013

Paraíso perdido

En mi última salida lo que perseguí fue a las preciosas pintonas que pueblan las gélidas aguas de los ibones del precioso Valle de Benasque. Los que me seguís asiduamente sabéis que en este rincón del Pirineo se desarrolla la totalidad de mis jornadas tras las truchas. Esta vez volvía a un ibón que no visitaba desde hace ya unos años, cuando subía acompañado de mi padre. En aquellos tiempos cada una de nuestras incursiones a este lago acababa con alguna captura, nunca hicimos bolo aquí. Por eso quizá, junto a la particular belleza cautivadora del ibón me hizo decidirme para enseñárselo a Laura.


Llegamos allí a la hora justa, en el preciso instante en el que los rayos del sol empezaban a acariciar la superficie del ibón. Se veían numerosas cebas a lo largo de toda la orilla y al aproximarme a ella pude comprobar que un considerable número de pequeñas truchas poblaban las aguas someras. Gran noticia. Ni en sus mejores tiempos se podían ver tantos juveniles que garantizarán el futuro de la población truchera de este rincón. Por supuesto no había ido a por esos pezqueñines, así que empecé a explorar las orillas repitiendo el ritual que siempre desarrollo en estos escenarios.


Conforme avanzaba la mañana y donde debería haber encontrado truchas adultas sólo encontraba juveniles empecé a fijarme en estos. Fue entonces cuando me percaté de que no se trataba de pequeñas truchas, sino de otros peces sin aleta adiposa y con una banda longitudinal, más oscura, en cada uno de los flancos. Mostraban una gran voracidad: cuando posaba mi mosca acudían muchos de ellos a por ella, mordisqueándola de inmediato, pero su pequeño tamaño impedía que llegaran a tomarla entera. Al fin pude hacerme con uno de ellos en el pequeño regato que entra en el ibón, donde decenas de ellos se afanaban por remontar la escasa corriente.


Así comprobé que los cientos de pececillos que ahora poblaban el ibón donde no quedaba rastro de truchas tenían una vistosa y colorida librea, además de presentar tubérculos nupciales en la cabeza, indicando que se encuentran en plena freza. Una rápida búsqueda en internet, ya de vuelta en casa, me confirma mis sospechas: se trata de piscardos (Phoxinus bigerri) una especie de la que había oido hablar pero que nunca había llegado a observar. Al parecer se trata de una especie autóctona en la cuenca del Ebro, pero su uso como cebo vivo (por supuesto totalmente prohibido) ha provocado una importante dispersión más allá de su área de distribución natural.

Desde luego en este ibón no estaba presente hace unos años, lo que me hace pensar que ha llegado aquí traído por algún furtivo, ya sea como cebo propiamente o para ampliar la dieta de las truchas, posibilitando que se críen mayores ejemplares. Pero también he leído que la gran voracidad del piscardo (que como digo pude comprobar al ver cómo atacaban mi mosca) hace que pueda ser nocivo para las truchas ya que se alimentan de los huevos de éstas.

Este ibón dispone de una cuenca vertiente extremadamente reducida, y los aportes de agua llegan por el pequeño riachuelo al que he aludido antes. Esto provoca que la capacidad de reproducción de la población de trucha sea bastante limitada lo que, unido a la depredación de los huevos por los piscardos y la más que segura pesca furtiva, ha conducido a la aparente (y casi segura) desaparición total de las truchas de este lugar. Un lugar al que consideraba un paraíso y que ha desaparecido para siempre.

Saludos y buena pesca