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lunes, 16 de septiembre de 2013

Oportunidades

Por fin volví al embalse donde me confirmé como pescador a mosca de ciprínidos. Estuve allí hace unos meses, pero entonces no encontré las maravillosas aguas turquesa bañando unas orillas bien pobladas de peces que guardaba en mi recuerdo. No, entonces el agua totalmente tomada me privaba de cualquier opción de captura. Pero esta vez fue diferente, más parecido al paraíso de mi recuerdo, aunque el fuerte cierzo dejaba claro que no iba a tenerlo demasiado fácil.


El primer pez reseñable, uno de esos grandes barbos que nadan en estas aguas y que justifican el madrugón y el viaje, se hizo de rogar. A esas alturas alguna carpa ya había pasado por mi sacadera. Estaba a poca profundidad, inspeccionando el fondo aunque sin quitar ojo de lo que rondaba por la superficie, así que decidí plantarle una mosca seca. La elegida fue un Hopper Juan en los tonos y tamaño de los saltamontes que pueblan las orillas, seguro que más de uno cayó al agua durante el día. Él sintió la caída, se acercó, lo miró, pero en el último momento decidió no tomarlo. Aunque no estaba todo perdido, ya que siguió a lo suyo, dándome otra oportunidad. Para aprovecharla, bastaba con atar otra mosca al terminal y volver a probar suerte. Pero me pudo la pereza y la ansiedad: le presenté otra vez el hopper y provoqué, esta vez sí, su huída hacia las profundidades.


Más tarde, cuando el viento decidió dar una pequeña tregua, tuve la suerte de encontrarme en el lugar adecuado. Barbos y carpas patrullaban la superficie boqueando aquí y allá la comida que encontraban a cierta distancia de la orilla. Una distancia demasiado grande para alcanzarlos dada la pendiente de las orillas en ese punto y mi -cada vez más patente- limitada capacidad de lanzado. Pero de vez en cuando uno de aquellos peces se ponía por fin a tiro, y esas oportunidades no hay que dejarlas pasar. En esta ocasión até una mosca más discreta, una pequeña "alaíca" de foam y me dediqué a posarla en la trayectoria de los peces. Dio resultado, aunque también hubo rechaces e incluso alguna rotura de terminal, pero tuve la oportunidad de capturar varios peces casi sin moverme del sitio.


Pero la oportunidad de la jornada la tuve estando a bastante altura respecto al agua salvando un importante cortado que hunde sus raíces en el agua. Bajo mis pies pude ver otro de esos leviatanes de este embalse en la misma actitud que el primero que encontré por la mañana. Posé en sus proximidades una imitación de avispa y, esta vez sí, tuve la oportunidad de clavar. Sólo eso, porque acto seguido se lanzó al cortado sin darme tiempo de reaccionar para frenarlo consiguiendo así liberarse. Quizá no tenga la oportunidad de volver a cruzarme con aquel ejemplar, pero ojalá me equivoque ¡qué potencia desplegó en un momento!


Ya de vuelta al coche un par de carpas que hozaban algo más profundas decidieron abalanzarse a por la cangrebou al ver sus pinzas ondear tras un leve tirón que la introdujo en el plato de su merienda. Después sólo quedaba conducir de vuelta a casa disfrutando de los preciosos colores del atardecer y fantaseando con la próxima ocasión en la que tendría la oportunidad de enfrentarme a un Sir Arthur para intentar ganarle la batalla.

Saludos y buena pesca

viernes, 6 de septiembre de 2013

Tricóptero de secano

¡Qué lejos parecen ya las vacaciones!, y eso que hace menos de una semana que acabaron. Por lo menos pude despedirme de ellas con una salida al río y tocando escama. Hoy voy a compartir con vosotros un recuerdo de este verano.

Bajando del reino de los anfibios, mientras miraba el suelo para asegurar bien mis pasos al pasar por un canchal algo llamó poderosamente mi atención. Aquello que se movía entre las piedras parecía ¡un tricóptero! Comprenderéis mi asombro al ver las fotos, pues se aprecia perfectamente que no son subacuáticas (también hay que añadir mi ignorancia casi total en entomología salvando lo básico que puede manejar cualquier mosquero)




Al llegar a casa, cuando quise satisfacer mi curiosidad sobre qué tipo de insecto era ese, no sabía ni dónde empezar a buscar. Menos mal que recordé al profesor que impartía la Zoología en primero cuando estudié la carrera. Es entomologo y por supuesto recordaba su nombre porque es sin duda uno de esos profesores que se hacen recordar por su gran valía como docentes. Así que decidí enviarle un e-mail con unas fotillos para que me echara una mano. Menos mal que han acabado las vacaciones, porque se ve que mi querido profesor, con muy buen criterio, desconecta totalmente durante las suyas. Pero por fin al principio de semana recibí su respuesta.

Se trata de un psíquido (Psychidae, Lepidoptera), una pequeña mariposa de alas frágiles. He investigado en internet y he descubierto que estos "tricópteros de secano" son bastante peculiares dentro de las mariposas. Os dejo que lo descubráis por vosotros mismos si os pica la curiosidad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Interferencias

Ayer volví al río en busca de mis queridos bigotudos. Me encantó verlo así, con el cauce rodeado de gravas en las que de vez en cuando asomaba un tronco. Algo más allá de las gravas estaban los álamos con los pies cubiertos de tamarices, sargas y otros arbustos. Precisamente como deben ser los ríos. El único punto negativo fue el escaso caudal, por la época en la que estamos pero desgraciadamente, también por la regulación a la que se ve sometido. Y como consecuencia, una gran proliferación de algas cubriendo la práctica totalidad de los cantos del fondo.


Los peces estaban sumamente difíciles. Para empezar, con agua tan clara y tranquila los peces eran capaces de detectar mi presencia a una distancia bastante considerable (nota mental: tengo que aprender a lanzar más lejos y bien). Cuando conseguía colocar una mosca al alcance de la vista de un pez que todavía no sabía que yo estaba allí la reacción al verla, en la mayoría de las ocasiones, era salir huyendo. Quizá el culpable de ello fuera el grosor del bajo pero no quise atar nada por debajo de un 4x porque en ese caso se podía complicar la captura. Con las escasas carpas que me encontré ocurrió exactamente lo mismo, una huída seguía siempre a la presentación de la ninfa. Y cuando parecía que todo iba a salir bien gran cantidad de madrillas salidas de dios sabe dónde se abalanzaban sobre la mosca, alertando a los barbos de que aquello no era comestible. A veces no pude controlar el instinto y clavé varias de ellas al ver la picada.


Ante la continua intromisión de las madrillas lo fácil habría sido alegrar el día a base de capturas de éstas, ya que había algunas de tamaño más que aceptable. Una de ellas, que superaba ampliamente el palmo de longitud, no quiso posar para la foto y se escapó justo antes de presionar el disparador de la cámara. Aunque seguro que así habría disfrutado, lo que un pescador necesita es superar el reto que le imponen los peces. Sobretodo si quiere crecer como pescador. Por eso me empeñé en capturar al menos uno de esos esquivos barbos.

Fue entonces cuando reparé en las numerosas egagrópilas que había ido viendo a lo largo de la mañana entre las gravas de la orilla. La gran mayoría de ellas compuestas casi en su totalidad por fragmentos de caparazón de cangrejo. Y pensé que si la naturaleza me daba esa pista tenía que aprovecharla, así que até la cangrebou al bajo.


Poco después encontré un barbo que, por estar en una corriente, no me detectó tan rápidamente y no parecía rodeado de madrillas. Este barbo sí que sucumbió a la imitación de cangrejo y me concedió una preciosa batalla tras la que se dejó fotografiar.


Al final volví a casa habiendo capturado un solo barbo, pero profundamente feliz por ver al río con ese buen aspecto y haber visto una población de barbos tan sana, con miembros de todos los tamaños. Si nada se tuerce seguro que allí hay barbos para unos años.

Saludos y buena pesca