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sábado, 18 de enero de 2014

Los azudes del fin del mundo

Lo recuerdo perfectamente, aunque no puedo decir la fecha exacta, ni siquiera el año. En eso era mejor mi padre. Eso sí, estoy seguro de que era sábado. El día antes del tercer domingo de marzo. O lo que es lo mismo (teniendo en cuenta que hablo de hace unos años en Aragón): el día antes de la desveda. Como todos los años en la misma fecha, a última hora, estábamos los dos frente al mapa del folleto de pesca con los diferentes tramos de pesca. Ir al Pirineo nos parecía demasiado aventurado: aguas frías, a saber con qué caudal, y truchas paradas. No, no solíamos ir a nuestro querido valle de Benasque. El de la desveda, como día mágico que era, lo reservábamos para ampliar nuestros horizontes diriguiéndonos a nuevos destinos de clima algo más benévolo y ríos de régimen menos nival.

Aquel año logré convencerle para probar suerte en un tramo libre sin muerte del río Guadalope situado a la cola de un enorme embalse. Me costó ganar la batalla, porque como pescador no mosquero, mi padre era reticente a tener que andar tentando pintonas con una ristra de moscas atadas a una boya de plástico. Pero la esperanza de una buena población de truchas, por aquello de tratarse de un sin muerte y que la medida mínima establecida para ese río fuera de 30 cm pudo más que sus reticencias y allí pusimos rumbo a la mañana siguiente.


Sin embargo nuestra suerte allí no fue tan buena como esperábamos. Toda la mañana nos pegamos él paseando la boya corriente arriba y abajo y yo vareando de acá para allá con igual resultado: ni una sola picada. Tampoco el entorno era tan idílico como para compensar el viaje hasta allí pese al bolo. Por eso volvimos con gran abatimiento al coche a la hora acordada para el tentempié. Pero en ese momento sí nos sonrió la suerte. Un par de jóvenes mosqueros se acercaron a preguntar qué tal nos había ido la jornada y cuando al saberlo nos propusieron que les acompañásemos a un rincón aguas arriba. Ellos nos guiaron al paraíso.

A aquel rincón del mundo, que nosotros conocíamos como "fin del mundo", se accedía salvando un desfiladero a través del río. Tiempo después sentí la misma sensación que cuando lo crucé al ver en el cine a unos personajes navegando por un río entre dos colosales estatuas que marcaban los límites de un reino mítico. Aquel rincón aislado rebosaba vida. Vida que pugnaba por recuperarse del gran incendio que había asolado el Maestrazgo unos años antes. Vida nutrida por aquel río de aguas cristalinas que cantaba al saltar entre las piedras y albergaba truchas que de vez en cuando sucumbían a nuestros engaños.

Desde aquel año ya no hubo nuevos destinos el día de la apertura. Todas las temporadas empezaban donde acaba el mundo. La ampliación de horizontes se redujo a explorar nuevos rincones, río arriba o río abajo de aquel desfiladero mágico. Pero aquello se truncó. Una gran barrera totalmente insalvable apareció en nuestros destinos y desde entonces impide nuestra vuelta juntos a ese paraje. Quizá fue una premonición que el año antes, en nuestra última visita, encontrásemos aquel dique que cortaba el río y limitaba el flujo de vida a través del mismo.


No hemos vuelto juntos, pero tampoco he vuelto solo. Por lo que sé aquel libre sin muerte que nos atrajo hacia él ha desaparecido ahogado por un nuevo embalse. Quizá el único punto positivo de esto es que con el tramo se ahogó el salto de agua, de aprovechamiento hidroeléctico, que marcaba el límite superior del tramo. Esto hace inservible la barrera del río, pues su cometido era desviar las aguas del río hacia aquel salto ahora inutilizado. Eso sirve de argumento a AEMS-Ríos con Vida para solicitar su demolición. Si esa demolición se hace efectiva, el fin del mundo será más paradisíaco. Desde hace más de 5 años ya no tengo la esperanza de encontrarme a mi padre al rebasar el siguiente recodo de un río. Pero ahora tengo la esperanza de no volver a encontrarme aquel muro que sesga la vida si decido regresar a aquel rincón que para nosotros fue mítico. Descubrir el aspecto del paraíso restaurado bien merece una nueva visita al fin del mundo.

sábado, 11 de enero de 2014

Capturas y suelta: la correcta manipulación del pez

La captura y suelta es un tema que ha aparecido de manera recurrente en este blog (entradas sobre C&S). Por eso me permito conpartir con vosotros el compendio de buenas prácticas a la hora de manipular el pez para minimizar los daños sufridos y ayudar a la supervivencia del pez una vez que vuelve al agua.


Solamente me atevo a añadir un enlace, que en realidad es la traducción al español de una página enlazada por Ferrán: http://pescadebuenrollo.blogspot.com.es/2014/01/truchas-agonizando-para-obtener-una.html


miércoles, 8 de enero de 2014

Cantera

Los reyes me han traído este año un regalo maravilloso: la ocasión de acercar a mis sobrinos hacia la pesca a mosca. Ellos viven en Chile, un nombre que a cualquier pescador le trae enormes salmónidos a la cabeza (y que espero aprovechar la coyuntura para poder tentar), así que sólo puedo verlos unos pocos días al año. Se han convertido, como mi hermano y mi cuñada, en los protagonistas de la versión de mi familia de un famoso anuncio de turrón.

Así las cosas las oportunidades para forjar en ellos unos pescadores se reducen, así que había que ir a lo seguro. Y lo seguro, más en esta época del año, es un intensivo. Como no creo en los intensivos en ríos, aguas públicas donde las repoblaciones provocan un impacto mucho más negativo de lo que muchos de sus usuarios/defensores creen, la opción fue uno de tipo "reservoir" que tenemos muy cerca de Zaragoza.



El resultado no podía ser mejor: los peques capturaron sus primeros peces y disfrutaron muchísimo. Por supuesto su tío también estaba encantado de verles pedir emocionados la sacadera mientras peleaban con las truchas. El punto negativo es que como no saben pescar a mosca, única modalidad permitida para practicar el captura y suelta, hubo que pescar a cucharilla y matar esas sus primeras truchas. Pero al final incluso éste iba a ser un aspecto positivo: como les dio tanta pena ver morir a las truchas me pidieron que les enseñara a pescar a mosca para poder devolverlas.Ya dieron sus primeros lances el otro día. Como cabría esperar fue un poco desastre, pero si no recuerdo mal mis primeros lances también lo fueron. Seguro que en nuestra siguiente visita, que no tardará en llegar, ya le cogen totalmente el tranquillo y devuelven al agua sus primeras truchas pescadas a mosca.

Mientras tanto, esperando que llegue ese día, aproveché para hacer con ellos algo muy propio de la época: montar moscas. También les encantó ese primer contacto con las plumas, pelos, seda y acero. Del torno salieron moscas en las que lo que menos cuenta es la factura, porque con la ilusión con la que fueron montadas seguro que pescan.



continuará...