El ascenso, como de costumbre, empezó antes de que el sol asomara entre las cumbres. Resultó ser un poco más exigente físicamente de lo que me esperaba, pero lo más duro fue reprimir la tentación de montar la caña y probar suerte en algunas de las pequeñas pozas que forman el arroyo de desagüe del ibón. Las truchas que seguramente pueblan esas aguas tendrán que esperar a otra ocasión...
El esfuerzo bien merecía la pena, no solo por la jornada
de pesca que se prometía en el destino, sino también porque permitía
disfrutar de estampas realmente preciosas en plena naturaleza. En particular no pude evitar rendirme a esta ladera cuajada de lirios (Iris latifolia) Esa flor tan característica del Pirineo que, seguramente porque le recordaba nuestros ascensos a los ibones, tanto gustaba a mi padre.
Durante toda la subida el silencio se veía roto por la melodía que infinidad de ovejas, con sus esquilos, interpretaban sin parar. Mi temor a que aquel rebaño se dirigiese, como nosotros, al ibón iba en aumento conforme ganábamos altura y pude comprobar que efectivamente ése era el rumbo que llevaban. No tengo nada en contra de las ovejas, pero dado que las orillas son clave en la pesca de los ibones, no me seducía nada la idea de encontrarme a cientos de ellas haciendo del ibón su abrevadero. Por eso quizá mi mente se puso creativa y adaptó una popular canción que todos conoceréis colocando a las ovejas en el lugar de las gaviotas.
Pero no iban al lago, como tanto me temía. Justo antes de llegar pude comprobar que nuestros caminos simplemente se cruzaban y ellas pasaban de largo buscando pastos, algo que no encontrarían alrededor del ibón. Al contrario, únicamente un caos de bloques de granito enmarca sus cristalinas aguas. Tan claras eran éstas que la multitud de truchas que pude observar patrullando cerca de la orilla mientras preparaba el equipo más parecían flotar en el aire que estar nadando.
Con la actividad en superficie que mostraban las pintonas se prometía una buena jornada. La primera captura no se hizo esperar, y a esta siguieron pronto otras. Las truchas se mostraban confiadas y subían con avidez a por mi imitación. Sin embargo todo cambió cuando un grupo de jóvenes excursionistas llegaron, poco tiempo después que nosostros al ibón. Anunciaron su llegada con infinidad de gritos y, una vez establecidos en la orilla, se distrajeron mediante el lanzamiento de rocas al agua, creando más estruendo. No contentos con esto decidieron aprovechar la pendiente de uno de los neveros que aún se conservaban en la orilla para utilizarlo como tobogán en el que lanzarse al agua. Supongo que el contacto de la nieve con el bañador y la posterior entrada brusca en las frías aguas no son muy agradables, porque los alaridos se incrementaron con el nuevo entretenimiento. Aquel escándalo no detuvo la actividad de las truchas, pero si que condicionó que estuvieran más alerta y mucho más precavidas a la hora de subir a las moscas, por lo que los rechaces se multiplicaron con la consiguiente reducción en capturas.
Es una verdadera lástima que los monitores que acompañaban a los chavales no aprovecharan el marco que ofrecen estos magníficos rincones del Pirineo para concienciarlos en el respeto a los demás. No sólo porque afectaran mi pesca, sino porque no creo que el resto de visitantes del ibón que fueron llegando a lo largo de la mañana llevasen en mente ascender por la montaña durante más de dos horas para "disfrutar" de la mala educación de unos adolescentes. Ya de paso podrían haberles dicho que guardando un poco las formas no se evita únicamente molestar a otras personas, sino que los pobres sarrios que huían despavoridos provocando avalanchas de rocas también desean vivir en paz. Sinceramente espero que aquel grupo no hiciera muchas más excursiones este verano. Puestos a elegir, ojalá fueran las ovejas las que hubieran venido al ibón.
PD: Esta entrada hace el número 100 de la historia de este blog. Muchas gracias a todos los que lo visitáis, y sobre todo a los que aportáis vuestros comentarios enriqueciendo su contenido. Sin vosotros esto no habría llegado hasta aquí. Y seguimos...