Translate this blog

lunes, 30 de junio de 2014

Rodríguez I "la travesía"

El pasado fin de semana ha sido el primero en el que me he quedado "de Rodríguez" de manera oficial. Y eso en mi caso sólo puede querer decir una cosa: toca irse de pesca, lejos. La primera opción era subir a algún ibón del Pirineo a tentar a las pintonas, que les tengo ganas desde agosto del año pasado. Pero una previsión meteorológica poco halagüeña hizo que cambiara de destino. Así que tras evaluar unas cuantas opciones me decidí a pasar el sábado en un embalse al que le tenía ganas desde hace tiempo. Ya de paso intentaría capturar mi primer pez desde kayak.

Una vez allí supe enseguida que no iba a tardar en conseguir mi objetivo. El agua, como un espejo se rompía aquí y allá, y allá, y... Infinidad de carpas comían con tranquilidad lo que la noche había dejado en su plato. Así la opción era atar una mosca seca que fuera visible y tirar un poco por delante de los "morritos" que viera asomar esperando que la próxima vez que asomasen fuera para engullir mi mosca. Y la estrategia funcionó, por que realmente perdí la cuenta de las carpas que llegué a capturar. Ninguna alcanzaba una buena talla, se podría decir incluso que eran más bien pequeñas. Pero eso daba igual. Esa sensación de tener un pez al otro lado de la línea llegando a arrastrar ligeramente la embarcación vivida por primera vez una y mil veces me encantaba.


Pero aunque no me cansaba de las carpas poco a poco fue haciéndose más nítido el recuerdo de porqué había ido allí. Un amigo me dijo hace tiempo que ese embalse albergaba barbos de talla generosa, y tenía que buscarlos. Es más, alguno de los pocos encuentros que tuve con algún bigotudo se fueron al traste porque me pillaron en mitad de la pelea con una carpa. Pero limitando las carpas a las que tentaba, y por lo tanto las peleas con ellas, conseguí por fin estar preparado cuando me crucé con los siguientes barbos. Y conseguí hacerme con un par de ellos. El tercero lo perdí al desatarse la mosca, una vespa, que volvió a aparecer en la superficie del agua justo un momento después.



La pelea con estos torpedos desde el kayak es totalmente diferente a la de las carpas. Pese a no tener tampoco una gran talla desarrollan una fuerza descomunal. Pero ellos no mueven la piragua ni un ápice, sino que intentan hundirla, ya que tiran en vertical, directos hacia las entrañas de la tierra.


El balance del día es totalmente positivo. Descubrí un gran destino de pesca nuevo para mi, con paisajes realmente bonitos y más si se ven mientras las olas te mecen en mitad de esas aguas turquesa y además pesqué mis primeros peces desde el kayak. A todo esto habría que añadir la comprobación de que un patrón de montaje tremendamente sencillo puede ser enormemente efectivo y duradero, pues soportó la pelea de una treintena de carpas antes de cambiarla ¡y está perfectamente! Simplemente la cambié por aburrimiento, por probar algo diferente. Os la presentaré en el futuro. Pero antes, en la siguiente entrada, os contaré cómo acabó el fin de semana ;-)

jueves, 12 de junio de 2014

Stay dry

Esta jornada tuvo lugar hace prácticamente un mes, así que la adrenalina ya no corre por mis venas mientras escribo. Sin embargo el hecho de que este próximo sábado vaya a volver al mismo lugar hace que las emociones vinculadas a ese día estén otra vez a flor de piel.


Eolo castigaba severamente el embalse alzando batallones de olas que golpeaban sin descanso, una tras otra, las orillas. El viento puede ser un verdadero incordio para el mosquero dificultando la posada e incluso el lanzado, además de la localización de los peces, pero también es una oportunidad si conseguimos convertirlo en nuestro aliado. En estos días ventosos es de esperar que una elevada cantidad de insectos acaben arrastrados al agua, y los peces saben aprovechar este aporte de alimento extra. Encontré un buen número de barbos, muy superior a lo que estoy acostumbrado por aquí, merodeando las orillas en zonas someras. La mayoría de ellos se dedicaban a hozar el fondo mientras eran mecidos por el vaivén de las olas, aunque sin duda mientras rastreaban con los barbillones los ojos miraban a la superficie esperando la llegada de algún bicho que hubiera sufrido un accidente aéreo.


Estaba claro que esas eran las condiciones perfectas para atar una seca en el terminal y así lo confirmó el resultado del segundo lance de la mañana: un precioso barbo sucumbió a los encantos de un Hopper Juan. Esa captura tan temprana, así como la cantidad de barbos al alcance de la vista auguraba una jornada épica. Sin embargo los minutos se iban sucediendo al ritmo de mis lances infructuosos. Los peces parecían no ver la mosca, o hacían caso omiso de ella. Con las dudas sobre la efectividad de lo que estaba haciendo acechando mi subconsciente lo propio era buscar la seguridad de lo que siempre funciona. Y eso en mi caso, con barbos hozando, era presentarles un Cangrebou convenientemente animado delante de los morros. Pero allí, tan lejos de mi tierra y ante una especie de barbo diferente, las viejas fórmulas no parecían surtir efecto. La única reacción que provocaba la mosca en los peces era una huida inmediata y solo una carpa despistada se dejó tentar por sus encantos. Con ese oleaje endemoniado iba a ser casi imposible detectar la picada a ninfas de pequeño tamaño, así que solo quedaba la opción de volver a trabajar en superficie.


Así, manteniendo una seca en el extremo del terminal, se fueron sucediendo las picadas. Muchas acabaron en captura de hermosos barbos, aunque no del tamaño que según mis referencias puedo llegar a encontrar (esperemos que este sábado sea el momento). Un par se llevaron la mosca y otros muchos me las inutilizaron abriendo el anzuelo. Como soy más de ninfas que de secas, a éstas no les llegó el "plan renove" cuando me pasé a los anzuelos fuertes. Ahora, forzado por la masacre que sufrió mi caja aquel día, ya tengo un arsenal digno de estos competidores.


Al final fue una jornada maravillosa en un auténtico paraíso para el mosquero barbero y de la que volví con muchas sensaciones positivas y habiendo aprendido muchas cosas nuevas. Distinguí tres comportamientos básicos en los barbos frente a un día de fuerte viento, así como pude contrastar su respuesta a diferentes formas de presentar la mosca. Pero esas observaciones las compartiré ya en otra entrada.

Saludos y ¡buena pesca!